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22 Sep

DIARIO DE OTRA REALIDAD - Ofrendas al ángel - Parte 7

Publicado por Sergito  - Etiquetas:  #Historia: "Diario de otra realidad"

OFRENDAS AL ANGEL

Parte 7

 

Caminé calle abajo por la Gran Vía, acababa de cenar y necesitaba dar una vuelta. Hoy domingo, las calles estaban desérticas. Me sorprendió bastante, no me imaginaba que aunque fuese verano, la capital se quedara completamente en soledad. Muchas luces. Pocas almas.

Mirando los escaparates, me vino a la cabeza otra vez Anastasio. No tenía ni la menor idea de donde podría estar. Traté de pensar la manera de cómo lograr alguna pista. Pero no le conocía lo suficiente: No sé sus aficiones, no sé qué sitios frecuenta cuando sale, no sé quien le conoce en la calle. Intenté otra vez más de rebobinar la memoria y así buscar nuevas imágenes que antes no recordaba. Recordé sin problemas la barbacoa. Después, me apareció otra visión, no real, era como si fuese otra vida diferente. Dejé que las imágenes se fueran moldeando por sí mismas pero sin ningún sentido ni fin. Inspiré hondo. Expiré lentamente. Sin nada que me pudiese servir, sin nadie que me pudiera ayudar.

Continué caminando hacia ningún sitio. Pasé por detrás de El Corte Inglés. Un local de copas y música. Protegida por tres o cuatro porteros. “Vamos, una copa y un poco de ambiente me vendrá bien y desconectar un poco”.  ¿Pero qué? Esto es una auténtica discoteca, no un bar de copas. Apenas hay sitio para estar. No salí de mi asombro. Miré la hora en el iPhone, no eran más de las diez de la noche. Es increíble.

Fui a la barra, abriéndome paso. Las mujeres me lanzaban miradas frías y sin sentido. Los hombres ni me miraban, cedían el paso sin molestarse en mirar, así de fácil. Si fuese una mujer dudo que tuviesen la misma actitud. Por mucho que nos disfracemos, seguiremos teniendo el mismo instinto animal.

Entonces la volví a ver. El ángel. Igual que la primera vez. La misma ropa a conjuntada, el mismo color de pelo y peinado.  Me acerqué más y la miré fijamente. “¡Qué belleza caída del cielo!”. Le pedí un White Label con Coca Cola. Me lo sirvió. Le pagué. Cuando me trajo el cambio, le mostré una sonrisa sincera. Ella me la devolvió.

Traté de abordar alguna mujer, pero la mayoría estaban encerradas por ese material llamado “hombres”. Un material no tan duro como el hierro, pero igual de pesado como el acero. Me llamó la atención un hombre de mediana edad. “Treinta y tantos”. Pensé, me vino la canción de Loquillo cuando intuí su edad. Muy feo, cara desgastada. Dicen que los feos tienen buen corazón, este era la excepción. Pude ser testigo de cómo minutos antes dejaba de lado a su compañero de fiesta, un tipo mucho más joven, alto y guapo, Por irse a la caza de mujeres. Me llamó la atención por eso, y decidí trabajarlo. El hombre se fue hacia dos mujeres. Ambas casi de la misma edad. Una de ellas morena con el pelo largo y negro ondulado, ojos muy grandes y expresivos. Llevaba un vestido con un generoso escote que daban ganar de coger y apretarlos sin pedir permiso. Su compañera era algo mayor, tenía el pelo rubio corto por los hombros, una mirada más tranquila y adulta, vestía con unos vaqueros y una camiseta de tirantes. Descubrí por la conversación con el hombre vejestorio que eran hija y madre respectivamente. Yo no me lo creí mucho, pero casos increíbles se han visto en esta sociedad. Tanto madre como hija ya mostraban caras aburridas por el bombardeo de preguntas que les hacía el vejestorio. Me dieron pena. Pero no hice nada por sacarlas del apuro. Era graciosa la escena que contemplaba a menos de dos metros de distancia.

Al final me aburrí, y cuando  percaté que mi vaso estaba vacío, tomé rumbo a la barra para hacerle una ofrenda al ángel. Al ángel, que si no es por la barra, estaría muerta de la asfixia ocasionada por la embestida de decenas de hombres apelotonados contra la barra. Por decirle piropos, sacarle miraditas, repasarla de arriba abajo. Parecían avestruces atravesando la barra con sus cuellos para picotear a los niños malos. Sólo que al revés: Los niños malos querían picotear al avestruz. Pero eran ellos y no el ángel quienes se asemejaban a la belleza de los avestruces. Compaginando sus gestos de hienas hambrientas y estúpidas, como tanto me hacían recordar. Hienas, no tienen otro calificativo. Me preguntaba si era necesario gastarse gran parte del sueldo en ropa de marca para lucir los fines de semana y después llegar a este punto tan patético de, en lugar de utilizar la ropa en tu favor para embellecer tu imagen, la cagas babeándole como un borracho a una camarera. Mientras que los codos de tu camisa de cuarenta euros absorben como una bayeta los charcos dejados por las copas. Para así mandar a la mierda la colonia de otros cuarenta euros y reemplazarla por otra que huele a alcohol puro y duro.

Tras una larga espera, pero con un interesante estudio del entorno. El ángel vio mi gesto con la mano. Le hice una señal con la intención de pedir, pero sin tonterías y sin prisas. “Primero despedaza y mata a todas las hienas, una a una, y luego me atiendes... ¡Ay leona si yo fuera tigre!” – Deliré. Yo la miraba, pero sin la menor emoción ni expresión en mi rostro facial. Una mirada muerta pero con un mensaje oculto. Me trajo una Coca Cola y un vaso con hielo. Hizo amago de coger un whisky pero se volvió:

-          ¿Era con White Label?

-          ¡Muy bien! Tienes buena memoria – Le apremié. - ¿Cómo lo sabías?

-          No sé… intuición – Sonrió.

Tras servirme siguió acribillando hienas con la espada de la indiferencia y la frialdad. Alguna hiena lograba esquivar la espada. Pero se quedaban en estatuas de piedra con el conjuro de “razón como a los tontos y mi camino estará despejado”. Tenía mucha práctica, era indudable, y con un arte sobrenatural, sin mostrar ninguna clase de antipatía. Fui a darme una vuelta, y me volví a encontrar con el vejestorio tratando de abordar a otro grupo de jóvenes. Era ya el tercer o cuarto grupo en toda la noche. Ya lo consideré un caso sin remedio. Me dieron ganas de decirle: “Oye, deja de molestar a las jovencitas, ¿no ves que no te hacen ni puñetero caso? Búscatelas de tu edad, acepta de una vez que ya no tienes veinte años hombre”. La verdad es que se lo merecía que alguien le dijera algo así por ir en ese plan por toda la discoteca. Pero se había ganado mi respeto y mi admiración por algo que yo no era capaz de hacer.

Pasaron las horas, y donaba al ángel más copas que entre todos los asistentes de una misa. No podía más. Había llegado al punto que no quería. Convertirme en otra hiena más a batir. La discoteca ya estaba casi vacía. El tiempo suficiente para tomar una más mientras empezaban a recoger.

-          ¿Me pones una Coca Cola sola? – “Sola”…

-          No me pagues. Esta te invito yo – Dijo.

-          Muchas gracias, muy amable.

Caminaba despacio, de un lado a otro de la barra, ya no le quedaban más copas que poner, pero aún era pronto para empezar a llenar las cámaras. Tienes a un ángel de verdad, ¿te vas a ir sin conocerla?  Dile algo:

-          ¿A qué hora cerráis?

-          A las tres y media. – Respondió mientras se dejaba caer sobre sus brazos apoyados en cruz sobre la barra. “Ni se te ocurra mirar al escote, no te transformes en hiena”.

-          Ah bien. Es la primera vez que venía. No soy de por aquí.

-          ¿De dónde eres?

-          De Cartagena. Estoy pasando una temporada en un piso aquí en Murcia. Todavía no me conozco ninguna zona para salir. Este es el sitio que hay más cerca de mi casa.

-          Claro, poco a poco – Contestó.

-          ¿Tú eres de por aquí? – Le pregunté con la intención de saber si conocía más sitios.

-          No, yo soy brasileña.

-          Ya decía yo que tenias un acento que no era de por aquí – Le contesté sorprendido. Me sonrió y continuó contándome.

-          Hace una semana que volví de Brasil, llevaba ya un tiempo en España y he regresado de nuevo.

Asentí con la cabeza, me quedé mirándola, no sabía qué decirle. El efecto de alcohol me cegaba la mente y las palabras. Miré hacia otro lado, no podía estar callado y mirándola como un obseso. Así que fingí mirar otra cosa. Entonces ella se incorporó despacio, y con disimulo retomó su trabajo. “Me gustaría saber cómo he sido capaz de dejarla ir como un idiota por no saber continuar la conversación”. Tras encenderse las luces, me despedí de ella y volví a darle las gracias por el refresco.



Sin darte cuenta, te acabas de hacer Guardián de un ángel. Eso no lo sabes...


Comentar este post
C
<br /> una brasileña en Murcia?que raro<br />
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C
<br /> simply perfect<br />
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V
<br /> Interesante... me tiene intrigada, voy a leer mas! xD<br /> <br /> <br />
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S
<br /> xDDDD Luego a partir de las 12 de la noche colgaré otro capítulo, si estás todavía despierta podrás desahogarte otro cachito jajaja! Muaks!<br /> <br /> <br />

Acerca del blog

Entrar en mi Blog, es como encontrar cada noche y en el mismo rincón de un callejón sin salida, un baúl lleno de historias y pensamientos de un desconocido. Si lo abres con frecuencia, llegarás a conocerlo a través de sus palabras.