DIARIO DE OTRA REALIDAD - Papel 13 - Parte 13

PAPEL 13

Parte 13

Paula se esperezó y seguidamente se abalanzó sobre mí con un fortísimo abrazo, despejando mis últimos minutos de sueño con un sobresalto. Malhumorado, iba a decirle que tuviese cuidado, ya que casi me mata de un susto. Pero tras contemplar sus ojos,  aún cerrados, acompañados de una sonrisa de absoluta felicidad y bienestar y sus brazos rodeándome expresando deseo de sentirme bien cerca, me retracté. Era una imagen perfecta.

Tras desayunar juntos aún metidos en la cama. Paula recibió una llamada a su móvil. Era Paulo. Le había advertido de que iban a tener una comida de negocios con respecto a los videos de la web con gente que les podía abrir camino en el mundo del cine X. Que estuviese lista a mediodía y que le preparase un traje para cambiarse en cuanto fuera a recogerla.

-          ¡Qué bien! Era lo que estabais esperando.

-          Si… Claro que sí. – Respondió Paula sin ilusión.

-          ¿Sucede algo?

-          No nada, supongo… supongo que veía esa posibilidad tan remota que me sabía extraña escucharla.

No me terminó de convencer esa excusa, pero no quise insistir para no agobiarla. Ya tendríamos tiempo por delante para hablarlo mejor. Por ahora lo que importaba era disfrutar los momentos después de la fantástica noche que habíamos pasado juntos. Algo que no me terminaba de explicar. Sabía que su relación con Paulo no estaba pasando por un buen momento. Pero son baches que acaban solucionándose en la mayoría de los casos. Me daba miedo pensar que Paula era una mujer fácil y sin personalidad. Pero recordaba sus palabras de anoche mientras veíamos Trainspotting y mi punto de vista se quedaba algo más tranquilo.

Paula terminó de recoger sus cosas y se marchó a casa. Quise acompañarla, pero podía ser arriesgado si alguien nos viese. Me dio veintisiete besos seguidos, uno tras otro sin parar,  justo antes de abrir la puerta para salir:

-          Un beso por cada año de tu vida que te mereces, muchas gracias.

-          No tienes por qué darlas… - Dije sonrojado. – Soy yo quien te estará eternamente agradecido.

Paula abrió silenciosamente la puerta y salió:

-          ¡Hablamos pronto! – Susurró sonriente mientras cerraba la puerta.

“Hablamos pronto”. Pensé para mis adentros. Lo entendí perfectamente mientras organizaba la casa. Había dejado escrito, en un papelito enrollado dentro de su copa vacía de vino tinto, su cuenta de correo electrónico y su teléfono móvil. Sellado con una marca de labios rosas y un mensaje: “Tenías razón, tus historias son mejores que una pistola del calibre veinte. Paula.”

Subiendo al cielo, me dejé caer en el sofá como si fuese una nube. Feliz después de la sorpresa de encontrarme aquella nota. El instante fue completamente interrumpido por la nuevamente presencia de Sergito:

-          ¡Cabronazo, qué susto! ¿Es que no puedes avisar cada vez que apareces? - No contestaba, solamente esbozaba su tan característica sonrisa como la de un muñeco. Seguí hablándole alteradamente: – Me gustaría saber algún día quien eres, aunque resulte estúpido preguntarlo, pero esto está fuera de los límites de la racionalidad. ¿Por qué no hablas? ¿Por qué apareces y desapareces sin mover un dedo? ¿Por qué solo me prestas atención cuando me enciendo un cigarrillo? ¿Y por qué demonios eres igual que yo?

Silencio.

Más silencio.

            Se hicieron las siete de la tarde, estaba escribiendo mi novela, decidí incluir en el siguiente capítulo una escena de sexo entre los personajes. Paula me había dado nuevas y  sugerentes ideas que no eran difíciles de describir detalladamente y con precisión mediante palabras. Pensaba en Paula, me preguntaba qué tal había ido la comida con su marido y los peces gordos. Desde luego que aquello les iba a cambiar la vida por completo, ya que el mundo del cine es bastante ajetreado: Siempre viajando, atendiendo a mucha gente, la agenda llena de eventos, no descuides la dieta y el gimnasio. Es un mundo que de solo imaginarlo me daban escalofríos, yo era partidario de la libertad y de que nadie manejara tu vida entera sin tener la oportunidad de rechistar. Eso sí, follas más que cualquiera de tus amigos y amigas, ¿merece la pena eso? A veces creo que sí, solo por poder llegar a la muerte más a gusto que ninguno.

Paré un rato, mientras pensaba qué bote caería para cenar. Escuché un ligero ruido, como un roce, tan suave en medio del silencio de la casa que hasta daba miedo. Fueron apenas unos segundos. Miré en la dirección de donde provenía el siseante ruido. La puerta de la entrada. A los pies de la puerta, un sobre. Corrí sin hacer ruido, y me asomé por la mirilla. No vi a nadie. Abrí la puerta procurando evitar los crujidos de la vieja madera. Nadie en el pasillo. Ni si siquiera se percibía un ruido de fondo o de eco dejado por las prisas del responsable. Me entró un poco el miedo de la incertidumbre, algo así era extraño. ¿Quién querría esconderse de mí?

Abrí con cuidado el pequeño sobre, no llevaba escrito ningún remite ni nada. Saqué el papel doblado que contenía y leí la carta escrita a máquina.

El pulso se me fue acelerando. En cuanto terminé de leer aquel papel, mi respiración se tornó completamente punzante, transformándose en hojas frías como cuchillos afilados clavándose a lo largo de mi cuello hasta el estómago.

-          ¿Quién ha sido capaz de escribir esto?

Pero lo que sí me hizo sentir la frontera hacia la angustia, fue ver a Sergito soltando contínuas lágrimas de sangre. Sin dejar de sonreír, y de mirarme.

Obligándome a sonreír.

No te extrañes si la sangre se te escapa por donde primero encuentre...