CARTA DE UN ARREPENTIDO
CARTA DE UN ARREPENTIDO
Volviendo a recordar el tema de las cartas personales, quiero hacer pública una carta. Esta carta es real, escrita con mi puño y letra. Es una carta que he decidido escribir para una persona que se convirtió muy importante en un pasado lejano. Se trata de la quien fue mi mejor amiga de la infancia. De la que corté la comunicación por una estupidez. Pero entonces era un crío de apenas diecisiete años. Diez años después quiero pedirle perdón. Ojalá que me conteste, pero lo dudo mucho.
Hola “anónimo”:
Han pasado ya muchos años. Sé que esto no tiene mucho sentido. Pero aunque parezca mentira, tengo una enorme espina clavada en mi conciencia.
Hice muy mal en no responder a tu última carta, cuando me confesaste que estabas embarazada. Debí de contestarte y darte mi apoyo. Pero no lo pude hacer porque me dolió mucho.
A parte de que éramos amigos, yo estaba muy enamorado de ti. Pero fui tan egoísta conmigo mismo que no valoré nada el esfuerzo que hiciste por contármelo. Durante todos estos años no lo he podido olvidar. Lo que más me jode es que dejé sola a mi mejor amiga de la infancia en un momento tan importante como ese. No me lo voy a perdonar en la vida.
Todavía me emociono de tristeza cuando leo aquellas cartas. Aún las conservo. Es lo más bonito que guardo de la etapa final de la E.G.B.
No sé si esta carta llegará a tus manos, porque la vida da tantas vueltas y tanto tiempo ha pasado, que no tengo ni idea si todavía alguien de tu familia reside en este domicilio. Pero no quiero morirme sin haberlo intentado. Es lo menos que puedo hacer, con tal de poder decirte lo mucho que lo siento y lo arrepentido que estoy.
No pretendo tampoco que ahora me perdones, ni que me des a estas alturas una oportunidad de iniciar nuevamente una amistad, aunque me encantaría para serte sincero. Seguramente tendrás formada tu vida familiar y tal vez ya todo esto para ti haya quedado en un vano recuerdo, o incluso ya no te acuerdes de mí. Sería lógico y justo, pues es que no me merezco ser recordado por lo mal que lo hice. Mi único propósito con ésta carta es, darte una explicación y decirte que lo siento.
Y no porque sea Navidad quiero que pienses que trato de tocarte la vena sensible de la comprensión, no tengo espíritu navideño. He cogido un momento en el que me he dicho: “Ahora o nunca”. Porque hasta tenía miedo de hacerlo. Igual que tú en aquellos momentos:
“Yo, bueno a mí me da miedo decirte lo que quiero decir por lo que pueda pasar contigo”.
Me decías en esa carta. Tenías miedo y yo te fallé. Ahora es justo al revés. Yo soy el que tenía miedo de dar la cara. Cuando me di cuenta de mi error, habían pasado unos meses. Pero no me atreví a dar la cara. Y así ha ido pasando año tras año, hasta hoy. Pero ya me da igual. Ni miedo, ni vergüenza, ni tonterías de inseguridades. Quiero hacerlo aunque no consiga nada.
Y aunque lo haga ahora, pero tarde, no creas que me voy a quedar tranquilo. Porque eres de las pocas personas importantes que han pasado por mi vida y de las que nunca buscó hacerme daño. Ni siquiera me volviste a escribir para mandarme a tomar por saco por no haber estado ahí. Ahora podrías, y lo aceptaré.
No te voy a contar nada sobre mi vida. No quiero hacerte perder más tiempo, pero si existiese alguna remota posibilidad, estaré encantando de contarte y de saber de ti. Aunque me toque a mí ahora ser quien espere diez años… o ni eso.
Te mando un beso y un fuerte abrazo. Y mi mayor deseo de que estés llevando una vida feliz con tu pareja e hijo(s).
Sergio