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18 Feb

ENTRE EL ORO Y LA MUERTE - Escena 6

Publicado por Sergito  - Etiquetas:  #Historia: "Entre el oro y la muerte"


      La niña pequeña de nueve años lloraba sin parar. Agarrada con las bastas y sucias manos de Gonzalo para tenerla inmovilizada, obligándola a ver como maltrataban a golpes a su madre. La  mujer maniatada de espaldas gemía dolorida con los bofetones que le asestaba Ramírez, mientras Juan la mantenía de rodillas en el suelo:

-    ¡Dejadme tranquila por favor! ¡La niña está llorando! – Suplicaba a gritos.

-    Te lo repetiré de nuevo. – Gito le dio un trago largo a la botella de vino. - ¿Dónde está James?

-    ¡Ya te lo he dicho joder! ¡Fue a la ciudad a comprar provisiones!

-    ¿Y cómo es que a estas horas de la noche aún no ha regresado? – Preguntó Gito con sospecha.

-    ¡No lo sé! – Respondió cansada. Ramírez le propinó varios guantazos, ya no pudo aguantar más por la niña y tras un largo grito de dolor empezó a llorar.

      Gito reía estúpidamente a lo bajo, disfrutando mientras veía a la mujer como estaba siendo torturada. Se recostó sobre la silla, y le dio una calada a su cigarrillo. Bebió otro trago de la botella:

-    ¡Qué mujer más testaruda! ¡La muy zorra quiere tomarnos el pelo! – Dijo Ramírez. - ¡Dinos dónde se ha escondido!

-    ¡Vete al infierno cabrón! – Le gritó la mujer.

      Ramírez le asestó una patada en el estómago. Dejándola muda del fuerte dolor, impidiéndole pronunciar sonido alguno. La niña seguía llorando, angustiada y muerta de miedo llamaba repetidas veces a su madre.

-    A la ciudad a comprar provisiones. – Gito rió a carcajadas. - ¡Qué bien vive James! Dime, ¿cuánto le pagaron después de que me traicionara?

-    No sé de qué narices me hablas. – Respondió en cuanto pudo recuperar el aire.

-    ¡Vaya! Parece que James no le ha dicho el brillante trabajo que tenía para alimentarlos. – Saltó Pencho.

-    ¿Qué estás diciendo? ¡Eso es mentira! – Defendió la mujer.

-    No, no miente. Tu marido trabajaba con nosotros. Cometíamos toda clase de delitos para ganarnos unos míseros dólares. Pero al muy idiota lo cogieron, y abrió la boca para escaparse de la condena. – Explicó Gito. - ¡Y por su culpa me he pasado varios días encerrado en la cárcel mientras llegaba el día de mi ejecución! ¡Si no me llegan a sacar de allí, ahora estaría muerto! – Gritó cabreado.

      La mujer se quedó callada, con los ojos como platos, conmovida por la noticia de la que se acababa de enterar sobre su marido. Ella pensaba que trabajaba de vaquero y se pasaba todo el día fuera de casa, llevando bueyes y vacas a otros pueblos y ciudades para entregarlos a sus compradores. Un trabajo peligroso por los caminos que tenía que atravesar, pero honrado. Y sentirse engañada durante seis meses le dolió mucho más que aquellos golpes que estaba recibiendo:

-    James. – Susurró.

-    Gito, estamos perdiendo el tiempo. – Intervino Juan con la esperanza por los suelos. – Esta puta no sabe nada. Tendremos que confiar en cruzárnoslo algún día para ajustarle las cuentas.

-    No estés tan seguro. Si le dejamos un mensaje, seguro que ahorraremos tiempo en buscarlo.

      Se reflejó el terror en los ojos de la mujer. Y gritó de histeria para que no lo hiciera. Gito se acabó la botella de vino. Se incorporó y tiró con fuerza del cabello de la mujer hacia atrás hasta dejarla completamente tirada en el suelo. Le subió la falta y le rompió la ropa interior. La mujer gritaba y trató de luchar por impedírselo, pero no podía hacer nada. Gito le forzó las piernas hasta lograr abrírselas. Se abalanzó sobre ella, y tras varios amagos, la penetró. La niña lloraba más que nunca, suplicando que no, que no siguiera, que dejase en paz a su madre. Ella dolorida, permanecía en silencio con todas sus fuerzas. Pero aunque no gritara, la niña se daba cuenta de lo que estaba sufriendo su madre, y no dejaba de gritar que la soltara entre llantos. Los demás no hacían nada, solo se dedicaban a mirar. Cuando Gito se corrió dentro de la mujer. Se incorporó, se ajustó de nuevo el pantalón y el cinturón de balas, y enrabietado sacó su revólver:

-    Cálmate pequeña. Te ayudaré a olvidar lo que has visto. - La niña, se asustó mucho cuando vió el revólver, se tapó los ojos con las manos, y Gito le disparó.

-    ¡No! ¡Hijo de puta! – Chilló la mujer con todas sus fuerzas, retorciéndose para intentar librarse de las ataduras. Gito se volvió hacia la mujer:

-    Gritas mucho. A ver si así te tranquilizas de una vez. – Y calló muerta tras el disparo.

      Nadie dijo nada, todos miraron a Gito, que volvía a reír con estupidez como si le hubiese resultado gracioso matar a la madre y a su hija:

-    Vámonos, aquí ya no hay nada que hacer. Si alguien quiere llevarse algo, que lo haga ahora.

      Un rato después, James llegó a casa, montado en su carreta tirada por su caballo, cargada de alimentos, mantas, leña, y algunas herramientas de campo nuevas. Más un ramo de flores para su mujer por su aniversario y una bonita muñeca de trapo para su hija. Se bajó de la carreta mientras silbaba una melodía. Cogió el ramo y la muñeca y se fue directo para el interior de la casa. Abrió la puerta saludando alegremente. Pero se le cortó el humor cuando divisó en la amplia habitación que hacía de cocina y salón, dos charcos de sangre bajo la mesa que estaban por el otro lado de ésta. Se acercó lentamente, suplicando para sus adentros que no fuese lo que se estaba imaginando. Calló derrumbado de rodillas cuando vio los cadáveres de su mujer y de su hija.


armas

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Acerca del blog

Entrar en mi Blog, es como encontrar cada noche y en el mismo rincón de un callejón sin salida, un baúl lleno de historias y pensamientos de un desconocido. Si lo abres con frecuencia, llegarás a conocerlo a través de sus palabras.